Una gran experiencia
Hace cuatro meses conocimos a Gabriela
Luján en Cerro Colorado, pcia. de Córdoba. Muchas veces hemos estado allí,
pero no conocíamos esta parte de la serranía y queríamos ir a conocer la casa
museo de Atahualpa Yupanqui, donde se encuentran sus cenizas junto a las de su
gran amigo el Chúcaro.
Allí llegó Don Atahualpa con su proyector
de cine, y por las noches tocaba su guitarra en el boliche del pueblo. Un día un
paisano le dijo que le gustaría que su padre pudiese oírlo, pero que estaba
postrado y no podía concurrir allí, Yupanqui tomó su guitarra y fue a tocar a
la casa del Indio Pachi, tal se lo conocía; y cada vez que regresaba al cerro
iba de visita y tocaba para su amigo. Asi fue como Pachi le regaló el terreno
donde construyó su casa, llevando por el río todos los materiales para la
construcción incluyendo el piano de su mujer.
Regresando de “Agua Escondida” (el
nombre que Atahualpa puso a su hogar), nos encontramos con un cartel que rezaba
“Tintes naturales” y a Dios gracias encontramos a Gabriela Luján, recién
llegada de la ciudad de Córdoba donde había estado por el nacimiento de su
nieto, también bisnieto de Yupanqui, ya que su hija está casada con el nieto de
don Ata.
Charlamos una media hora mientras nos
contaba como aprendió a hilar con huso, de la mano de la mujer del Indio Pachi,
doña Blanca. Traté de comprender como
hacía que sus manos hicieran girar el huso y se fuera enrollando la lana,
siempre quise hacerlo.
Me
llevé unas madejas de hilos recién teñidos y nos fuimos, pero seguimos
en contacto a través de Facebook.
Con
el hilo hice un cinturón con la técnica que siempre uso, la pampa, y quedó
espectacular.
Me costó bastante tejerlo ya que los tintes utilizados por Gabriela;
romerillo con y sin herrumbre, lo cual da distintos tonos entre el amarillo y
el verde, hacen que el hilo sea áspero, y estoy acostumbrada a los hilos
industriales (macramé y perlé) que son suaves.
Dos meses después me escribió Gabriela
para contarme que estaba organizando el “1°
Encuentro de Arte Textil y Tintes”, por supuesto que contaba conmigo para que
fuera a dar uno de los talleres que planteó.
Tanto nos metimos en este tema que
comenzamos, con mi esposo, a realizarle la prensa por radio, medios gráficos y
con El Tradicional como auspiciante.
El miércoles 28 partimos rumbo a la mediterránea provincia de Córdoba, y cuando
llegamos la movida que se estaba armando presagiaba que el Encuentro iba a ser
un éxito. Ya se estaban levantando los puestos para las teleras del norte
cordobés y para las santiagueñas de Ojo de Agua.
El miércoles 29 por la noche en el
Octógono, un Centro de exposiciones y confitería, a la entrada del pueblo;
donde el camino de entrada al mismo cambia de asfalto a tierra, había una muestra de fotografías “Morteritos
del Indio”, de Paula Fassina.
El jueves comenzamos a eso de las 10 de
la mañana, para que el calor no nos asara mas tarde, yendo al rio. Allí Paula
Rodríguez, de Salsipuedes, nos puso en contacto con la naturaleza, el suelo y
su energía, con el sonido del río de fondo, para luego comenzar a ver como el
vellón de las lana extraída de la oveja se va convirtiendo en “cadejo” o para que con nuestras manos pase a ser un
camino de fibras que se acomodan para llegar al huso, el que al hacerlo girar, comienza
a torcer la lana para luego poder tejer. Todo esto con la lana aún sucia, para
que la lanolina de la oveja nos ayude a que se forme luego el hilo de lana. Aunque
hay mujeres que les gusta hilar con la lana ya lavada. Ese mencionado “cadejo”
lo iremos acomodando entre las manos, abriendo las fibras largas del vellón
para que se pongan paralelas, para ir haciendo una pulsera de lana alrededor de
nuestra muñeca que luego hilaremos en el huso.
Mi sueño hecho realidad… estaba en los
comienzos de aprender y comprender como hacerlo.
Luego al volver del rio, sentadas todas
en ronda bajo un tala, nos pusimos a intentar hilar, algunas ya sabían y nos
daban una mano a las novatas, pero al final logré que el huso comenzara a girar
y el bendito cadejo se fuera convirtiendo en la lana que terminaría siendo un
ovillito pequeño, pero mi primer ovillo hilado por mi.
Qué feliz que me sentí. Doña Blanca nos
vino a visitar, fue un honor ya que no sale casi nunca de su casa.
El calor hizo que el taller de la tarde
lo comenzáramos atrasado, y nos sentáramos a la sombra, todas alrededor de una
enorme piedra de molino que usamos de mesa, donde puse el telar, mis hilos y
apuntes para charlar sobre la técnica
pampa, el tejido tubular y los dibujos característicos de este tejido. Atrás
sobre las piedras tres hombres hacían música con sus guitarras y un bombo;
zambas, cuecas, chacareras de fondo, hacían que el mundo donde estábamos
sumergidas fuese especial.
A los talleres concurrieron además de la
gente que había ido especialmente, todos las expositoras, ya que algunas eran
enviados por sus municipios para aprender todo lo posible, con el fin de armar
cooperativas productivas. Incluso asistió gente que estaba de vacaciones en el
Cerro y que nos vieron en el río.
Por la noche Gabriela había organizado
un desfile con los productos de las artesanas y los vecinos como modelos; un
muchacho vestido de paisano, me hizo el honor de lucir una de mis fajas junto
al trabajo de las demás. Todas aportaron sus prendas para que se hiciera el
mismo.
Y la cantina no dio a vasto ya que los
asistentes al evento desbordaron todas las expectativas. No alcanzaron las
empanadas ni los choripanes, y el locro estaba
espectacular. Los vecinos tuvieron que traerse sillas y reposeras de sus
casas porque no alcanzaban las que nos había aportado la comuna.
El sábado comenzamos a conocer las
técnicas de teñido con los tintes que nos da la naturaleza, aunque Gabriela
había puesto la lana en mordiente el día anterior porque hay que ir calentándolo
de a poco hasta que esté casi hirviendo y luego enfriarlo en la misma agua para
que la lana no se apelmace. Fuimos a buscar la resina que produce el algarrobo
para disolverlo en alcohol. La cochinilla, que es un parásito que se prende en
las tunas y cuyos mayores productores son Perú y México; ese pequeño animalito da unos tonos muy lindos, y
combinado con ácido (limón) otro totalmente distinto.
Cúrcuma o romerillo fueron a parar al
agua para ponerlo luego al fuego y obtener los tintes que íbamos a usar.
Tanto es el tiempo que lleva teñir, ya
que las lanas deben pasar por ese proceso desde frío a caliente y luego volver
a frío, y de ser posible “dormir” en el agua para que el color se intensifique,
no teníamos tiempo así que lo sacamos antes de tiempo y las lavamos en el río para
dejarlas colgadas para que se secaran.
Terminaba el primer Encuentro; se entregaron
los certificados a las participantes y nos despedimos con la promesa de volver
el año que viene con nuevos “saberes”, como dice Gabriela.
Daniela, que hermosa experiencia viviste... Muy buena la contada de tu viaje y como conociste a esta Sra.Vi fotos que subiste al face y me encanto. Quizas tenga la bienaventura el año que viene y me inviten a dar algun taller y y alli nos conoscamos personalmente.Te felicito por todo
ResponderEliminarAbrazos de luz
Daniela,hermosa experiencia y nos trasportastes al Encuentro.Mil gracias!!! y el año que viene tratare de estar organizada para no faltar ya que amo Córdoba y su naturaleza.Felicitaciones!!!!
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