viernes, 27 de febrero de 2015

AÑIL
Qué es y cómo se obtiene

Desde épocas muy antiguas, el uso de elementos naturales para la producción de tintes de colores traspasaron el mundo Americano.
Cuando llegaron los conquistadores, al nuevo mundo se maravillaron con los productos naturales, en especial las plantas tintóreas que se convirtieron en mercadería de lujo de muy alto precio, superado solamente por el oro y la plata. En el siglo XVIII la economía colonial pasó a depender casi exclusivamente de la extracción del tinta añil.
Esta tinta se extrae de una  pequeña planta que crece en la zona de Centroamérica, se llama Jiquilite; esta tinta, los indígenas la utilizaban no sólo para teñir, sino también como medicina y cosmetología.
Era tan importante el tinte, que se hablaba de él en Cédulas Reales entre los años 1538/39. Carlos I de España habla de la importancia de su explotación en una Cedula de 1558 para darle el impulso final a la producción.
El Jiquilite es un arbusto silvestre que crece entre 80cm y 1,90 m, en las orillas de los ríos con buen drenaje, por eso cuando se lo empezó a cultivar se hacían en terrazas para que escurriera bien el suelo.
Se lo plantaba luego de la época de lluvia para que la tierra estuviera bien regada; y una vez que habían tirado las semillas, se largaba el ganado para que las apisonaran  bien, y cortara los yuyos. Este ganado era caballar pues pastan por separado, el ganado vacuno se junta en grupos para pastar.
El primer corte se realizaba a los seis meses.
El tinte se encuentra en las hojas, pero la ambición de los españoles casi puso en peligro las plantaciones, ya que arrancaban los arbustos de cuajo y de esta manera casi se pierde la especie.
Obtención de tinte.
Una vez cosechadas las hojas de los arbustos, tarea que en lo posible hacían por la mañana, se enviaba en carretas al obraje. Llegado el carro se ponían las hojas en remojo por varias horas en grandes tinas y era mejor hacerlo lo más rápido posible para que no se comenzaran a secar,  este proceso es la fermentación, allí quedaban por lo menos hasta el día siguiente; se espera hasta que el agua comience a hacer pequeñas burbujas, y se empiece a poner azul, el líquido así obtenido se pasa a otra batea y se lo empieza a batir. El sedimento que queda en la primera batea se desecha ya que tiene un olor repugnante.
El líquido así obtenido se bate para oxigenar y va a ir tomando un color azul cada vez más intenso, y se irá sedimentando en el fondo la ansiada tinta azul. La razón del cambio de bateas es  porque si no ese sedimento se pegaría a las hojas de la maceración.
El batido se hará por varias horas, en los obrajes los españoles, en el siglo XVII, lo hacían con los movimientos de los molinos o se metían dos o tres caballos para que caminaran dentro de la batea.
Después de 5 horas de batido, lo que producía una gran cantidad de espuma (oxigenación), había que seguir batiendo hasta que la misma desapareciera y se dejaba en reposo. Ese reposo era de varias horas, e iba precipitándose el tinte en el fondo de la batea, a medida que el sedimento decantara al fondo iban sacando el agua; el sedimento obtenido es una arena gruesa y húmeda que se pone en telas para que escurra el líquido. Así obtenían los panes húmedos de tinta, que dejaban  secar y luego los cortaban en pequeños trozos para poder transpórtalos y comercializarlos con más facilidad.
El proceso de obtención del añil era perjudicial para la salud del obrero, hasta el punto de poner en riesgo sus vidas. Esto se describe en la Ordenaza Real de 1610 en los siguientes términos:
“....en este beneficio enferma y muere mucha gente por ser tan fuerte esta yerba que de solo entrar las manos o los pies en el agua donde esta la oja  quando se han de sacar los palos o piedras conque esta devajo de la agua y la misma yerba se les comen y canceran las carnes y despues estando golpeando el agua lebanta vn humo tan malo que penetra los sesos y caussa otros daños con que se an consumido muchos indios en las partes donde se beneficia este anir...
Fecha en San Lorenço el Real a primero de nouiembre de mil y seiscientos y diez años.
Yo el Rey.
Por mandado del Rey Nuestro Señor. Juan Ruiz de Contreras.”

Esto que les acabo de contar es la obtención del añil o índigo, pero no fue en el continente americano que se utilizó por primera vez sino que nos ganaron los egipcios en 1500AC  que lo usaban para teñir los vendajes de las momias y a estos les ganaron los indios, ya que en el 2000 AC lo vió Marco Polo en uno de sus tantos viajes.




miércoles, 4 de febrero de 2015

Primer encuentro de arte textil y tintes naturales

Una gran experiencia

Hace cuatro meses conocimos a Gabriela Luján en Cerro Colorado, pcia. de Córdoba. Muchas veces hemos estado allí, pero no conocíamos esta parte de la serranía y queríamos ir a conocer la casa museo de Atahualpa Yupanqui, donde se encuentran sus cenizas junto a las de su gran amigo el Chúcaro.
Allí llegó Don Atahualpa con su proyector de cine, y por las noches tocaba su guitarra en el boliche del pueblo. Un día un paisano le dijo que le gustaría que su padre pudiese oírlo, pero que estaba postrado y no podía concurrir allí, Yupanqui tomó su guitarra y fue a tocar a la casa del Indio Pachi, tal se lo conocía; y cada vez que regresaba al cerro iba de visita y tocaba para su amigo. Asi fue como Pachi le regaló el terreno donde construyó su casa, llevando por el río todos los materiales para la construcción incluyendo el piano de su mujer.
Regresando de “Agua Escondida” (el nombre que Atahualpa puso a su hogar), nos encontramos con un cartel que rezaba “Tintes naturales” y a Dios gracias encontramos a Gabriela Luján, recién llegada de la ciudad de Córdoba donde había estado por el nacimiento de su nieto, también bisnieto de Yupanqui, ya que su hija está casada con el nieto de don Ata.
Charlamos una media hora mientras nos contaba como aprendió a hilar con huso, de la mano de la mujer del Indio Pachi, doña Blanca.  Traté de comprender como hacía que sus manos hicieran girar el huso y se fuera enrollando la lana, siempre quise hacerlo.
Me  llevé unas madejas de hilos recién teñidos y nos fuimos, pero seguimos en contacto a través de Facebook.
 Con el hilo hice un cinturón con la técnica que siempre uso, la pampa, y quedó espectacular.
Me costó bastante tejerlo  ya que los tintes utilizados por Gabriela; romerillo con y sin herrumbre, lo cual da distintos tonos entre el amarillo y el verde, hacen que el hilo sea áspero, y estoy acostumbrada a los hilos industriales (macramé y perlé) que son suaves.
Dos meses después me escribió Gabriela para contarme  que estaba organizando el “1° Encuentro de Arte Textil y Tintes”, por supuesto que contaba conmigo para que fuera a dar uno de los talleres que planteó.
Tanto nos metimos en este tema que comenzamos, con mi esposo, a realizarle la prensa por radio, medios gráficos y con El Tradicional como auspiciante.
El miércoles 28 partimos rumbo a la  mediterránea provincia de Córdoba, y cuando llegamos la movida que se estaba armando presagiaba que el Encuentro iba a ser un éxito. Ya se estaban levantando los puestos para las teleras del norte cordobés y para las santiagueñas de Ojo de Agua.
El miércoles 29 por la noche en el Octógono, un Centro de exposiciones y confitería, a la entrada del pueblo; donde el camino de entrada al mismo cambia de asfalto a tierra,  había una muestra de fotografías “Morteritos del Indio”, de Paula Fassina.
El jueves comenzamos a eso de las 10 de la mañana, para que el calor no nos asara mas tarde, yendo al rio. Allí Paula Rodríguez, de Salsipuedes, nos puso en contacto con la naturaleza, el suelo y su energía, con el sonido del río de fondo, para luego comenzar a ver como el vellón de las lana extraída de la oveja se va convirtiendo en “cadejo” o  para que con nuestras manos pase a ser un camino de fibras que se acomodan para llegar al huso, el que al hacerlo girar, comienza a torcer la lana para luego poder tejer. Todo esto con la lana aún sucia, para que la lanolina de la oveja nos ayude a que se forme luego el hilo de lana. Aunque hay mujeres que les gusta hilar con la lana ya lavada. Ese mencionado “cadejo” lo iremos acomodando entre las manos, abriendo las fibras largas del vellón para que se pongan paralelas, para ir haciendo una pulsera de lana alrededor de nuestra muñeca que luego hilaremos en el huso.
Mi sueño hecho realidad… estaba en los comienzos de aprender y comprender como hacerlo.
Luego al volver del rio, sentadas todas en ronda bajo un tala, nos pusimos a intentar hilar, algunas ya sabían y nos daban una mano a las novatas, pero al final logré que el huso comenzara a girar y el bendito cadejo se fuera convirtiendo en la lana que terminaría siendo un ovillito pequeño, pero mi primer ovillo hilado por mi.
Qué feliz que me sentí. Doña Blanca nos vino a visitar, fue un honor ya que no sale casi nunca de su casa.
El calor hizo que el taller de la tarde lo comenzáramos atrasado, y nos sentáramos a la sombra, todas alrededor de una enorme piedra de molino que usamos de mesa, donde puse el telar, mis hilos y apuntes  para charlar sobre la técnica pampa, el tejido tubular y los dibujos característicos de este tejido. Atrás sobre las piedras tres hombres hacían música con sus guitarras y un bombo; zambas, cuecas, chacareras de fondo, hacían que el mundo donde estábamos sumergidas fuese especial.
A los talleres concurrieron además de la gente que había ido especialmente, todos las expositoras, ya que algunas eran enviados por sus municipios para aprender todo lo posible, con el fin de armar cooperativas productivas. Incluso asistió gente que estaba de vacaciones en el Cerro y que nos vieron en el río.
Por la noche Gabriela había organizado un desfile con los productos de las artesanas y los vecinos como modelos; un muchacho vestido de paisano, me hizo el honor de lucir una de mis fajas junto al trabajo de las demás. Todas aportaron sus prendas para que se hiciera el mismo.
Y la cantina no dio a vasto ya que los asistentes al evento desbordaron todas las expectativas. No alcanzaron las empanadas ni los choripanes, y el locro estaba  espectacular. Los vecinos tuvieron que traerse sillas y reposeras de sus casas porque no alcanzaban las que nos había aportado la comuna.
El sábado comenzamos a conocer las técnicas de teñido con los tintes que nos da la naturaleza, aunque Gabriela había puesto la lana en mordiente el día anterior porque hay que ir calentándolo de a poco hasta que esté casi hirviendo y luego enfriarlo en la misma agua para que la lana no se apelmace. Fuimos a buscar la resina que produce el algarrobo para disolverlo en alcohol. La cochinilla, que es un parásito que se prende en las tunas y cuyos mayores productores son Perú y México; ese  pequeño animalito da unos tonos muy lindos, y combinado con ácido (limón) otro totalmente distinto.
Cúrcuma o romerillo fueron a parar al agua para ponerlo luego al fuego y obtener los tintes que íbamos a usar.
Tanto es el tiempo que lleva teñir, ya que las lanas deben pasar por ese proceso desde frío a caliente y luego volver a frío, y de ser posible “dormir” en el agua para que el color se intensifique, no teníamos tiempo así que lo sacamos antes de tiempo y las lavamos en el río para dejarlas colgadas para que se secaran.
Terminaba el primer Encuentro; se entregaron los certificados a las participantes y nos despedimos con la promesa de volver el año que viene con nuevos “saberes”, como dice Gabriela.